CAMPAMENTO DE VERANO
“A pasar 15 días con las mejores”, “¡Con todo preparado!”, “Mochila, guitarra, pañoleta e ilusión. Sí, creo que ya está todo”. Estas eran algunos de los estados que se podían leer en las redes sociales en los días anteriores al campamento. Cada uno se llevaba sus mochilas, maletas y petates llenas de ropa, bolsas de aseo, saco de dormir, etc; pero nadie sabía que se traerían de vuelta recuerdos fantásticos y nuevas experiencias.
Un campamento se podría definir como una instalación eventual, en terreno abierto, de personas que van de camino o que se reúnen para un fin especial.; pero un campamento scout no se puede describir simplemente con meras palabras. El vocabulario no alcanza a poder explicar todo lo que es. No es solo las actividades que haces y que están preparadas, ni las marchas, ni las veladas, ni los juegos nocturnos; es la convivencia con tus compañeros, el día a día que te une con los que están a tu lado y que te hace aprender cosas buenas de ellos, que te hace mejor persona. Podría pasarme dos horas escribiendo y no poder describir todo lo que es. Te lo pueden contar, pero jamás puedes llegar a comprenderlo… hasta que lo vives.
Este año hemos tenido el placer de vivirlo 97 personas, casi un centenar de scouts aprendiendo y enseñando a convivir a la gente que está a nuestro alrededor. Hemos sido 7 castores, 28 lobatos, 23 troperos, 16 pioneros, 10 rutas y 13 monitores.
Todo empezó la madrugada del día 16, donde nos esperaban los autobuses listos para salir hacia Cueva del Agua, un campamento en una aldea llamada Alcantarilla, cerca de un pueblo llamado Yeste. Los padres se despedían de sus hijos colmándolos de besos, abrazos y consejillos de última hora. Poco a poco el maletero del autobús se fue llenando de mochilas, sacos de dormir y aislantes. Llegaron los últimos rezagados y nos dispusimos a comenzar nuestra larga y bonita aventura. Aunque fue un viaje un poco movido con las curvas, al final llegamos a nuestro destino sanos y salvos, como era de esperar.

La sensación cuando llegas a un campamento en el que no has estado nunca es extraña. “No conozco de nada de este sitio y voy a tener que vivir 15 días aquí”, era un pensamiento que estaría en la cabeza de alguno seguramente. Llegas y desayunas mientras los monitores van decidiendo donde se colocará cada cosa, pero tú todavía no has explorado el sitio y tienes mucha curiosidad por saber que habrá subiendo esa rampa o si cruzas el río.
Sin más dilación los mayores se dedican a descargar la furgoneta y a sacar todo el material, y ya se sabía donde dormirían las unidades, cada una delimitando su rincón en el que convivirán con su unidad durante los próximos 15 días. A lo largo que avanzó la mañana todo empezaba a estar mucho más claro; se empezaron a colocar los pabellones para el comedor, la cocina, se colocó el material y por la tarde terminamos de montar el rincón de fe y de velada. Esa noche hicimos una velada para presentar el campamento y al día siguiente hicimos la presentación de los rincones que cada unidad había preparado.
Cuando ya estábamos acomodados en el campamento, habíamos explorado y nos habíamos hecho la idea de que este sería nuestro hábitat en las próximas 2 semanas empezamos a hacer nuestras actividades y a acomodar poco a poco nuestros rincones. Los castores empezaron a hacer su dique, la manada su caza, la tropa su aventura, los pioneros su ambientación y los rutas su servicio.
Antes de llegar al fin de semana de padres se celebró el día temático. Un magnífico juego ideado por la unidad de rutas, que estuvo ambientado en el circo. Hubo un mago, un fortachón, un malabarista, y muchos más personajes característicos además de un sinfín de risas y diversión. Fue un gran día que seguro que será recordado por muchos de los chavales.
Llegó el fin de semana de padres y comenzaron los reencuentros. Aunque habían pasado apenas 4 días la alegría se mostraba latente tanto en los niños como en los adultos; todos los chavales querían ver a sus padres y todos los padres querían ver a sus hijos. Bolsas con ropa, cosas olvidadas en Ciudad Real y sobre todo mucho cariño era lo que se intercambiaba ese día. Los niños se fueron a pasar el día con sus padres y los monitores se quedaron en el campamento. Después, cuando llegó la noche y nos reunimos todos comenzó la ya tradicional “velada de padres”. Todas las unidades nos deleitaron con sus actuaciones e incluso hubo algunos padres que se animaron a caracterizarse y a interpretar una canción. Fue una noche repleta de carcajadas y buen rollo, una noche de distensión y risas en familia; en definitiva, fue una gran noche.
Al día siguiente celebramos, como ya es costumbre, el día de padres. Uno de los días más especiales del campamento porque hacemos convivencia no solo con los integrantes del grupo como tal, sino también con los padres, un pilar fundamental en nuestra manera de entender el escultismo, ya que sin su apoyo y confianza no podríamos ser lo que somos. El día comenzó con una eucaristía celebrada por nuestro consiliario marianista, Don Ramón. Tras la misa hubo un buen rato de relajación en el que charlamos todos con todos y entre tanto se iban preparando las paellas y la caldereta que luego comeríamos sin poder poner ningún pero, pues todo estuvo exquisito.
Cuando los padres dejaron el campamento, por la tarde, las unidades mayores se pusieron a preparar las mochilas para el raid y se acostaban temprano para poder descansar lo suficiente para que en el día siguiente pudieran estar en plenas condiciones para andar y afrontar lo que se les ponía por delante.
Si preguntas a muchos de los chavales de las unidades mayores sobre su mejor momento en los scout, una gran cantidad de ellos harán referencia a algún raid vivido en alguno de los campamentos. La verdad es que es una experiencia única en la que cada ampolla significa una muestra más de superación personal, cada cuesta un nuevo escollo en el camino que al final del raid será recordado como una mera anécdota. Es una experiencia en la que se respira compañerismo y superación personal. Cuando terminas una etapa te sientes con una satisfacción personal propia del más grande de los campeones y la sensación de poder ayudar a tus compañeros en los momentos de mayor dificultad es un sentimiento que no se puede explicar tan fácilmente. Como de costumbre los raids de este año no supusieron grandes problemas para los chavales y no hubo incidentes graves ni reseñables. Cuando llegaron al campamento repletos de sudor y con una mochila enorme a la espalda lo único que se podía ver era la sonrisa de los chavales por haberse superado una vez más. Allí estaban esperando los castores y la manada, que pasaron esos días en el campamento realizando el resto de sus actividades.
Tras el raid todo discurrió con normalidad, sin conflictos ni incidencias reseñables. El día del agua lo preparó también la unidad de rutas (da gusto tener unos rutas tan comprometidos con el grupo) y la verdad es que volvió a ser muy divertido, los niños volvieron a mojarse, ensuciarse y divertirse todo a la vez. También hubo algún juego nocturno y algunas veladas que como de costumbre sacaron la sonrisa tanto a los más pequeños como a los más grandes.
Por fin llegó el día de las ceremonias. Ese día en el que tu progreso personal se ve recompensado con colas, territorios, retos, etc. Ese día en el que tu padrino o madrina de promesa te presenta delante de todo el grupo por haberla conseguido. Ese día en el que el cuadro es un arco iris lleno de diferentes colores y todo es armonía. Durante el cuadro se repartieron los progresos personales, las promesas, los amigos invisibles y se hicieron los pasos de unidades; pero ese día no tardaríamos en acostarnos pues nos esperaba algo duro para el día siguiente, el desmontaje.
El día de desmontaje fue duro, como siempre. Pero con la ayuda de todo el grupo conseguimos quitárnoslo en poco tiempo. Desmontamos las tiendas, los pabellones, los rincones, hasta que todo quedó igual que cuando llegamos. Había desaparecido nuestra estancia de quince días en ese lugar y ya se preparaba para albergar a nuevos visitantes. Dar las gracias también a Iñaki que vino este último día a ayudarnos como si fuera uno más de nosotros.
Esa noche tuvimos que esperar al autobús y los pequeños durmieron en los refugios mientras que los mayores tuvieron que dormir al raso. Aún no había salido el sol y llegó el autobús e intentando no olvidar ninguna mochila nos subimos todos y nos dispusimos a regresar a nuestra querida casa. Como era temprano la mayoría dormía en sus asientos aunque había quien hablaba con el compañero de al lado charlando de cualquier anécdota que pudiese haber pasado en el campamento.
A media mañana llegamos a casa... ¡Por fin! Estábamos todos muy cansados y apuesto a que todos caímos rendidos en nuestras camas. Vimos a nuestros padres que nos recibieron con un gran abrazo y habiéndonos echado mucho de menos. Nos despedimos de nuestros compañeros que veríamos cuando terminase el verano y cogimos la mochila para emprender el último camino hasta casa.
Desde el kraal de responsables queremos agradecer a todos los que hacéis posible todo esto; a los niños, que son el pilar fundamental de este movimiento; a los padres, que nos dais toda vuestra confianza y ayuda para que podamos realizar este tipo de actividades; y al colegio, que nos ayuda y nos ofrece todo su apoyo en todo lo que le es posible. Gracias de todo corazón. Sin vosotros esto tampoco sería posible.